sábado, 24 de septiembre de 2011

Ruta Los Sauces – Cañada de la Encina – Peñón de Ronda – Cortijo del Palancar – Los Sauces.



Ruta clásica circular por el Parque Natural Sierra de las Nieves, realizada el día 24 de septiembre del año 2.011. Partiendo del Área Recreativa de Los Sauces, y recorriendo la cañada de la Encina, nos encaminamos al peñón de Ronda, a cuya cima ascenderemos. Tras esto, regresaremos a Los Sauces, pasando junto al cortijo del Palancar.






Provincia: Málaga.
Localidad de referencia: El Burgo.
Tipo de ruta: circular.
Distancia: 13 kilómetros.
Época recomendada: Todas salvo los días mas calurosos del verano.
Dificultad: baja-media.

Descargar track GPS. 


Mapa general de la ruta.

Perfil de la ruta.

Para celebrar la llegada del otoño, que se produjo el día anterior, este sábado, hemos puesto rumbo, a eso de las 7:00h de la mañana hacia la localidad malagueña de El Burgo, para realizar esta ruta clásica por la Sierra de las Nieves. Tras el preceptivo desayuno en la localidad de Yunquera, en el Bar Sierra de las Nieves (Bar-Restaurante Castillo), uno de los pocos que encontraremos abiertos a estas tempranas horas, nos disponemos a recorrer el tramo final que nos separa de nuestro objetivo. Aproximadamente unos dos kilómetros antes de llegar a El Burgo, a nuestra izquierda, encontramos carril que se dirige a las áreas recreativas de La Fuensanta y de Los Sauces, y que recibe el nombre de carril de Nuestra Señora de las Nieves. Tomamos por dicho carril para dirigirnos al punto de comienzo de esta ruta, que es el Área Recreativa de Los Sauces.

Antes de alcanzar Los Sauces, hacemos un alto en el Área Recreativa de la Fuensanta, la cual encontramos a nuestra izquierda. En una explanada, situada en la margen izquierda del arroyo de La Fuensanta, bajo una arboleda en la que predominan los chopos, podemos observar las mesas, bancadas y zona de barbacoas de esta área, en la cual en otro tiempo era posible acampar.

Antes de comenzar la ruta hacemos un alto en el Área Recreativa de La Fuensanta.

Mediante un blanco puentecillo, podemos pasar al otro margen del arroyo para visitar el edificio del antiguo molino de La Fuensanta, hoy en día convertido en alojamiento rural, el cual delata su pasado, tanto por su situación, por su estructura, y por las muelas circulares que encontramos en su patio actualmente utilizadas como ornamentación. Adosada a su fachada principal podemos ver unos azulejos con la imagen de la Virgen de las Nieves. En el interior del molino, se sitúan las duchas, los servicios y una fuente con varios puntos de agua, que forman parte de la dotación del área recreativa.

Edificio del antiguo molino de La Fuensanta.

Patio interior del molino.

Si rodeamos el molino hacia la izquierda, en su parte trasera, encontramos un pequeño salto de agua, que se origina al precipitarse el agua de una acequia, y que es conocida como el Nacimiento de La Fuensanta, el cual en otro tiempo, proporcionaba la fuerza motriz que hacia funcionar el molino. El agua procedente de este salto, acaba uniéndose en pocos metros al cauce del arroyo de La Fuensanta. Este último, más abajo se une al río de El Burgo, para formar el río Turón.

Nacimiento de La Fuensanta.

Proseguimos nuestro camino por el carril, en dirección a Los Sauces, para en pocos metros, a nuestra derecha, encontrar un crucero de factura reciente (cruz de piedra situada sobre un pilar), junto al cual parte un sendero que se encamina a El Burgo. Unos cientos de metros mas adelante, a nuestra izquierda, pasamos junto al cortijo de La Rejertilla, en el cual alquilan caballos y bicicletas para hacer recorridos. Mas adelante por nuestra derecha se incorpora un carril que procede de la zona del puerto de la Mujer. En este punto, encontramos otro crucero similar al anterior. A partir de aquí, el firme del carril empeora. En unos cientos de metros, el carril cruza el cauce del arroyo del barranco del Portillo. Si miramos a la derecha, veremos como los estratos de roca están tortuosamente plegados. Cuando el arroyo lleva agua (hoy esta completamente seco), en dichos pliegues, se forma una espectacular chorrera que recibe el nombre de chorrera de los Perdigones.
Pocos cientos de metros mas adelante, a nuestra izquierda encontramos un nuevo crucero, junto a los carteles indicadores que marcan la entrada al Área Recreativa de Los Sauces. Seguimos las indicaciones para al poco llegar a una explanada limitada a nuestro frente por un muro de piedra con una cancela que permanece cerrada, y que sirve de linde con los terrenos del antiguo convento de Nuestra Señora de las Nieves, hoy en día en manos privadas. Aparcaremos donde mejor nos convenga.

Entrada a Los Sauces.

En las proximidades de donde hemos dejado nuestro vehículo, podemos ver una enorme encina la cual destaca sobre todos los demás árboles de la zona. Es la conocida como encina de Los Sauces. Desconozco sus proporciones exactas, pero sin duda, son suficientes como para estar incluida en el catálogo de árboles y arboledas singulares de Andalucía, dentro del cual por el momento no se encuentra reconocida.

Encina de Los Sauces.

Situado muy cerca del enorme tronco de la encina de Los Sauces, podemos observar un monolito de piedra, de reciente factura, en el cual se encuentra fijada una placa conmemorativa, en la que se reconoce y agradece al botánico Boissier, el descubrimiento para la ciencia del pinsapo en estas sierras, allá por el año 1837.

Monolito con placa conmemorativa dedicada al botánico Boissier.

Detalle de la placa conmemorativa.

Próxima al muro que delimita los terrenos del antiguo convento de Nuestra Señora de las Nieves, encontramos una enigmática estatua (digo enigmática, ya que desconozco a quien representa) de un caballero, apóstol o santo, que sostiene con su mano derecha, próximo a su pecho un libro abierto. Algunas fuentes refieren que fue colocada allí por una agrupación cristiana, lo que refuerza la hipótesis de que se trate de algún santo.

Estatua de personaje desconocido, situada cerca del muro del convento.

Comenzamos a descender dejando a nuestra izquierda el muro del convento. A nuestro frente observamos bajo la sombra de numerosos pinos, chopos y alguna encina, las mesas, bancadas, fuentes y barbacoas que equipan a esta área recreativa, en la cual es posible acampar fuera de la temporada alta de incendios, solicitando previamente el pertinente permiso. A la izquierda, vemos el edificio del antiguo cortijo de Los Sauces, actualmente en lamentable estado y tapiados sus accesos, y que en tiempos pasados cumplió las funciones de refugio para senderistas y montañeros.

Edificio del antiguo cortijo de Los Sauces.

Algo mas abajo, junto a una barandilla, encontramos los servicios y las duchas de la zona de acampada. Junto a estos, se encuentra el inicio del sendero por el cual encaminaremos nuestros pasos.

A titulo informativo debemos saber que la parte inicial de nuestro recorrido, concretamente hasta las cercanías del puerto de Huarte, coinciden con el trazado del sendero local SL-A-141 “Yunquera-Los Sauces”, así como con el trazado de la tercera etapa del GR-243 “Sierra de las Nieves”. Por lo tanto encontraremos en esta porción del recorrido señales e indicadores de dirección de ambos senderos.

Desde donde se sitúan los servicios, parte en dirección descendente, un cercado de madera que limita la zona de acampada. En dicho vallado, observaremos un hueco a través del cual tendremos que pasar. En uno de los postes que limita dicho hueco observaremos las características bandas roja y blanca que identifican a los senderos de gran recorrido (GR). Nos introducimos en un senderillo, el cual desciende rápidamente hacia el cauce del arroyo de la cañada de la Encina, también denominado a veces como arroyo del Convento, el cual de forma habitual no lleva agua. Caminaremos prácticamente por el lecho del arroyo, hasta que en algo menos de doscientos metros, este definitivamente comienza a ascender suavemente por la ladera de nuestra izquierda (margen derecha del arroyo y de la cañada).

Atravesamos zonas dominadas por el pinar. Pronto a nuestra izquierda comenzaremos a ver algunas aberturas en forma de arco de medio punto. Se trata de antiguas bocas de minas.

Antigua boca de mina, situada un poco antes de la bajada a los hornos de San Eulogio.

Proseguimos caminando unos ciento cincuenta metros, cuando a nuestra derecha, vemos que se desprende un exiguo senderillo que desciende. Tomamos por el, y al instante vemos un hito de GR con el aspa de dirección erronea. Ignoramos este, y descendemos con cuidado escasamente unos 50 metros. En el descenso, veremos algunas alambradas que dificultan que podamos caer en unas aberturas existentes en el suelo. Al poco, a nuestra derecha, veremos unas ruinas, adyacente a las cuales encontramos un panel informativo sobre la minas de San Eulogio.

Panel informativo sobre las minas de San Eulogio.

Toda esta zona de la cañada de la Encina por la que transitamos (más o menos hasta la casa de Huarte), recibía antiguamente la denominación de barranco de Las Minas, o barranco del Infierno. Esto era debido a la presencia en la zona, durante la primera mitad del siglo XIX, de una serie de minas que explotaban yacimientos de galena antimonial, de la cual se extraía plomo, antimonio y plata. Las minas más importantes en la zona, se conocían con el nombre de San Antonio y San Eulogio. El acceso a las bolsadas de mineral se llevaba a cabo mediante galerías horizontales (las bocas que vemos por el camino), que desembocaban en grandes campanas y cámaras de explotación. El mineral salía al exterior mediante pozos de extracción, debiendo existir otros pozos dedicados a la ventilación del complejo. En las proximidades de las minas, debido al alto coste que suponía el transporte del mineral extraído a otras localizaciones, se instalaron dos hornos rudimentarios que eran alimentados con leña y con carbón vegetal, en los cuales se extraía el metal, formando posteriormente con el barras mucho mas fáciles y económicas de transportar. El rendimiento del mineral (ley) era de un 40% de plomo, proporciones no cuantificadas de antimonio y algunas onzas de plata. 

Ruinas de los altos hornos situados a pie de las minas de San Eulogio.

Las ruinas que encontramos al descender, son los restos de dichos hornos, los cuales se situaban a pie de la mina San Eulogio. Si nos fijamos, en el suelo por los alrededores, encontramos fragmentos similares a rocas, de un aspecto particular y de color de oxido de hierro. Se trata de fragmentos de escoria, es decir la sustancia que se desechaba tras fundir el mineral y obtener los metales, y que contiene todas las impurezas no aprovechables del mineral, en especial sílice, carbonatos y hierro (de hay su color).

Ni que decir tiene, nos abstendremos de introducirnos por las bocas de las minas que encontremos en el recorrido. Introducirse en una mina abandonada es un asunto peligroso, que dista mucho del objetivo de nuestra actividad lúdico-deportiva como senderistas y montañeros.

Tras dar por concluida la visita a los hornos de la mina San Eulogio, retornaremos al sendero principal que abandonamos, siguiendo a la inversa el mismo senderillo por el que accedimos. Caminando ya por el sendero principal, aun podremos ver, a los lados del camino, alguno que otro pozo pertenecientes a este complejo de minas, vallado para prevenir caídas accidentales.

Covacha.

Recorridos unos ciento cincuenta metros, a nuestra izquierda encontramos una covacha. En este punto el paisaje se abre, dejándonos ver una magnifica panorámica de la cañada de la Encina, en la que predomina el verdor del pinar. A nuestra izquierda, observamos las laderas del cerro de La Cruz de 1.020 metros de altura. Al frente, vemos el cerro de Las Camaretas, de 1.255 metros, detrás del cual, y distinguiéndose fácilmente del pinar circundante por su color verde mas oscuro, se encuentra el pinsapar de Cubero.
Tímidamente, entre el cerro de La Cruz y el cerro de Las Camaretas, aparecen los farallones rocosos del tajo de Alberca con sus 1.378 metros, los cuales iremos apreciando cada vez mejor a medida que avanzamos en la ruta.

Vista de la cañada de la Encina. A la izquierda por detrás de la ladera del cerro de La Cruz, asoma tímidamente el tajo de Alberca. En el centro y un poco a la izquierda vemos el cerro de Las Camaretas. Detrás se aprecia el magnifico pinsapar de Cubero. A la derecha vemos el Filar de los Ermitaños.

Situado a nuestra derecha, apreciamos el relieve del denominado Filar de los Ermitaños, cuyas alturas máximas superan los mil metros. En su parte mas baja, cuando la vegetación nos lo permite, podemos ver un sendero que recorre en paralelo al nuestro la otra vertiente de la cañada y que se dirige a la casa de Huarte.

Filar de los Ermitaños.

Proseguimos nuestro camino, y en algo más de setecientos cincuenta metros, encontramos una bifurcación de caminos. El de la izquierda, se dirige al cercano puerto de Huarte, para introducirse después en la cañada de la cuesta de los Hornillos. El de la derecha, el cual esta señalado con un hito de GR/SL, en el que figura un aspa de dirección erronea, es el que tomaremos, haciendo caso omiso al hito. Desde este punto, abandonamos el trazado que llevábamos en común con el GR-243 y el SL-A-141.

A nuestro paso veremos en esta zona varias pequeñas agujas de roca o galayos.

El sendero comienza a descender suavemente durante unos quinientos metros, dirigiéndose a alcanzar el cauce del arroyo de la cañada de la Encina. Poco antes de esto, atravesamos un pequeño grupo de pinsapos. Estos pinsapos, son los supervivientes de un gran incendio que arraso esta zona de la cañada de la Encina a finales de los años setenta-principios de los ochenta, el cual destruyo un gran pinsapar que se extendía por estas laderas.

Pequeño bosquete de pinsapos supervivientes del incendio.

Tras atravesar el cauce del arroyo, el sendero pasa a la otra vertiente de la cañada y comienza a ganar altura. En poco menos de cien metros, por nuestra derecha conecta un sendero por el cual no tomaremos. Se trata del sendero que veíamos en paralelo al que nosotros llevábamos, por la otra vertiente de la cañada. Ambos senderos confluyen en este punto, dando origen a un único camino que se dirige hacia la casa de Huarte.

Tras recorrer algo más de doscientos metros, alcanzamos esta. La casa de Huarte es una pintoresca vivienda, la cual esta construida aprovechando en su parte trasera un refugio natural existente en una gran roca. Cuenta con unos terrenos anejos, en los cuales se cultivan árboles frutales, en especial cerezos.

El sendero pasa por detrás de la casa, en paralelo al vallado de esta. Al instante a nuestra izquierda vemos la alberca que almacena agua para el riego, y poco mas adelante a la derecha, vemos una manguera de goma, adosada a la pared de roca, de la cual cae un chorro de agua. Se trata de la fuente de Huarte, en la cual aprovechamos para rellenar nuestras cantimploras.

Vista de la cañada de la Encina, tras dejar atrás la casa de Huarte (izquierda). Al fondo vemos la sierra de Alcaparraín y las sierras Prieta y Cabrilla.

Continuamos, llevando el cauce del arroyo de la cañada de la Encina ahora a nuestra izquierda. El sendero prosigue manteniendo más o menos la altura. En unos cuatrocientos metros, a nuestra izquierda se abre un sendero, el cual ignoraremos.
Nuestra senda se aproxima cada vez más al cauce del arroyo, continuando sin modificar su altura aproximadamente otros doscientos metros. En el camino, junto a los pinos, podemos observar algún ejemplar de chopo negro (Populus nigra). Cruzamos una torrentera que desemboca en el cauce del arroyo, y desde este punto el camino comienza a ganar altura. En unos doscientos cincuenta metros, alcanzamos un sendero el cual se abre a nuestra izquierda, y que igualmente al anterior desecharemos.
Continuamos ascendiendo suavemente durante unos seiscientos cincuenta metros, tras los cuales el sendero se nivela y el terreno se abre permitiéndonos una amplia visión. A nuestro frente, vemos ya la cara sureste del peñón de Ronda, hacia la cual nos encaminamos. Si volvemos la vista atrás, veremos el cerro de Las Camaretas y el tajo de Alberca, cuyos farallones vemos ahora perfectamente. Justo en este punto, a nuestra izquierda encontramos un nuevo sendero, el cual tampoco tomaremos.

A la izquierda el cerro de Las Camaretas. En el centro el tajo de Alberca. A la derecha el pinsapar de Cubero.

Proseguimos por el sendero algo más de cien metros antes de abandonarlo y dirigirnos a nuestra derecha campo a través para iniciar la subida al peñón de Ronda. La cara sureste del peñón de Ronda, es la que presenta menor pendiente en esta montaña, la cual en sus caras suroeste, este, noroeste y norte forma unos espectaculares tajos verticales. Es por lo tanto el acceso natural a su cima.

Comenzamos la ascensión del peñón de Ronda por su cara sureste.

Aproximadamente los dos tercios inferiores de la ladera sureste, están ocupadas por un matorral fundamentalmente integrado por grandes matas de romero y algunas aulagas o tojos. En algunas zonas intercalados con el matorral, encontramos algunos pinos de pequeño porte. El tercio superior, es un canchal calizo fácilmente transitable.

La cumbre se ve próxima tras superar la zona cubierta por matorral.

Ascenderemos con prudencia por donde mejor nos convenga, teniendo especial cuidado de no meternos en una tojera. En poco tiempo accederemos a la cima del peñón, situada a 1.273 metros de altitud (aunque nuestro GPS marca 1.302 metros).

Últimos metros. Ya estamos en la cima.

Desde la cima del peñón de Ronda, la panorámica es extraordinaria. Situándonos inicialmente mirando al norte, y recorriendo el paisaje hacia la derecha, podemos ver el embalse del Guadalteba, la sierra de Alcaparraín, las sierras Cabrilla y Prieta. En la cordal continuación del peñón de Ronda, se encuentra el pico del Jarro. Luego observamos el cerro de Las Camaretas, el tajo de Alberca, el pinsapar de Cubero, el peñón de Enamorados, el tajo del Canalizo, La Peñilla o cerro Alto de Yunquera, las cañadas de Ronda con sus pinsapares (Animas, Enmedio y del Cuerno), sierra Blanquilla y la desnuda sierra Hidalga, y tras estas las cimas de la sierra de Grazalema.

Vista hacia el este. Siguiendo la cordal del peñón de Ronda, podemos ver el pico denominado por los lugareños (no oficialmente) como El Jarro. Detrás vemos las sierras de Alcaparraín, Cabrilla y Prieta.

Vista hacia el sureste. Apreciamos la cañada de la Encina, el cerro de Las Camaretas, el tajo de Alberca y el pinsapar de Cubero.

Vista hacia el oeste. Ocupando la zona de mayor altura destaca el peñón de los Enamorados. Por debajo de el vemos La Peñilla y el tajo del Canalizo. En el centro vemos las cañadas de Ronda (Animas, Enmedio y del Cuerno) con sus correspondientes pinsapares.

Al noroeste, vemos la deforestada sierra Hidalga.

Tras deleitarnos con semejante paisaje, emprendemos el descenso del peñón, por el mismo camino que utilizamos para subirlo, extremando aun mas las precauciones en la bajada para no dar un paso en falso que nos pudiera suponer una caída. Una vez de nuevo en el sendero principal, proseguimos la ruta en el mismo sentido que llevábamos originalmente.

Antes de descender nos acercamos al borde del precipicio para contemplar los tajos del peñón de Ronda.

Caminamos ahora en suave descenso. Cuando llevamos recorridos aproximadamente unos trescientos cincuenta metros, alcanzamos el vallado que servia de límite entre los terrenos de la casa de Huarte, y los del cortijo del peñón de Ronda. En dicho vallado encontramos una angarilla, la cual abriremos y volveremos a dejar cerrada tras nuestro paso.

Angarilla en la zona de Las Arenitas. Tras nuestro paso la dejaremos cerrada.

Nos encontramos ahora en una zona que es conocida por el nombre de Las Arenitas. Continuamos descendiendo suavemente, llevando a nuestra derecha el cauce de una rambla, tributaria del arroyo de la Cuesta del Gazpacho. Por los alrededores del cauce observamos pequeños corrimientos de tierra, probablemente causados por las lluvias de los pasados inviernos.

A medida que avanzamos, a nuestra derecha, comienzan a hacerse visibles los grandes tajos existentes en la cara suroeste del peñón de Ronda. A nuestro frente la arboleda desaparece dejando lugar a una pradera ocupada principalmente por plantas herbáceas y gramíneas. Al fondo comenzamos a ver las ruinas del cortijo del peñón de Ronda.

Vista de los farallones del peñón de Ronda de camino al cortijo del mismo nombre.

Caminaremos algo menos de cuatrocientos metros desde que cruzamos la angarilla, hasta alcanzar las ruinas del cortijo. Durante una parte de esa distancia, llevaremos a nuestra derecha un vallado metálico, el cual posiblemente cumpliera antaño las funciones de aprisco.

Ruinas del cortijo del peñón de Ronda.

Patio interior del cortijo.

Desde el cortijo, se aprecian en todo su esplendor los farallones rocosos del peñón de Ronda, así como magnificas vistas sobre el peñón de Enamorados, el tajo del Canalizo, La Peñilla,  las cañadas de Ronda con sus pinsapares y sierra Hidalga. Situados aquí, contemplando tal inmensidad, nos viene a la mente pensamientos acerca de la clase de vida solitaria y dura que tendrían los moradores del cortijo en tiempos pasados, en especial durante la época invernal.

Abandonamos las ruinas del cortijo, retomando nuestra ruta. Para ello, desandaremos el camino que nos trajo hasta aquí. En nuestro caminar, llevamos el vallado del aprisco ahora a nuestra izquierda. Ascendemos hasta el punto en el que el vallado hace una esquina, y continúa en paralelo a las paredes del peñón. En ese lugar, giramos a la izquierda y continuamos caminando en paralelo al vallado, por medio de un exiguo senderillo pobremente marcado, el cual va rodeando el peñón, ganando altura suavemente hasta alcanzar el conocido como puerto del peñón de Ronda. En este trayecto llevamos las paredes verticales del peñón a un tiro de piedra a nuestra derecha.

En el puerto del peñón de Ronda, volveremos la vista atrás para contemplar por última vez en el recorrido las ruinas del cortijo, y el inmenso paisaje que lo rodea.

Vista sobre el cortijo y sus alrededores, poco antes de llegar al puerto del peñón de Ronda.

El sendero continua rodeando el peñón de Ronda, por su cara noroeste, por un terreno ahora algo pedregoso. El camino está poco marcado, pero es difícil perderlo, y mantiene la altura durante todo su trayecto, descendiendo algo al final.

Habremos recorrido algo más de un kilómetro desde que dejamos las ruinas del cortijo, cuando a nuestro frente encontramos un vallado con una puerta metálica engarzada en unos pilares de obra. Se trata del vallado que delimita los terrenos del cortijo del peñón de Ronda, actualmente en manos publicas, de los terrenos pertenecientes al cortijo del Palancar, el cual es de propiedad privada.

Cancela metálica en el límite entre los terrenos del cortijo del peñón de Ronda y el cortijo del Palancar.

Atravesamos la cancela, dejándola a nuestro paso perfectamente cerrada. Avanzamos en descenso ahora por un terreno pedregoso en el que vemos salpicadas algunas encinas. A nuestro frente, vemos las ruinas del edificio del cortijo del Palancar. A nuestra derecha, vemos las últimas estribaciones de los tajos del peñón de Ronda, así como anexo a estos, el pico de El Jarro. Pasamos por una rambla tributaria del arroyo del barranco del Portillo, para al poco, desembocar en una bien marcada pista (aproximadamente unos setecientos metros desde que cruzamos la puerta metálica).

El Jarro, visto de camino hacia el cortijo del Palancar.

Proseguimos por dicha pista. En unos seiscientos metros, alcanzamos las ruinas de la casa del cortijo del Palancar, junto a las cual podemos apreciar los restos del corral y las perreras. Asimismo en las inmediaciones encontramos un vehículo Renault 4 abandonado.

Ruinas del cortijo del Palancar.

Renault 4 abandonado en el cortijo del Palancar.

Proseguimos por la pista, dejando atrás el cortijo. En escasos quinientos metros encontramos una cadena con sus soportes que corta el camino, y que encontramos abierta. Proseguimos otros seiscientos metros, encontrándonos otra cadena con sus pertinentes soportes, la cual en esta ocasión esta cerrada cortando el carril.

Pocos metros después, la pista que llevamos desemboca en un carril de mayor tamaño. Tomaremos este a la izquierda, ya que si lo hiciéramos a la derecha, encaminaríamos nuevamente nuestros pasos hacia la cañada de la Encina, y tras morir el carril, mediante un sendero continuación de este (aquel que al comienzo veíamos en la otra ladera enfrente nuestro) dirigirnos a la casa de Huarte.

Caminando por el carril en dirección a Los Sauces.

Una vez en el carril, caminamos cómodamente en descenso, a nuestro paso, veremos gran cantidad de pinos, bastantes encinas y algunos pocos pinsapos. Desde algunas de las curvas del camino, tenemos a nuestra izquierda una magnifica vista sobre el antiguo convento del Santo Desierto de Nuestra Señora de las Nieves, otrora ocupado por los Carmelitas Descalzos, y que pasó a manos particulares tras la desamortización de Mendizábal. Hoy en día, algunas partes del convento han sido rehabilitadas como viviendas, mientras otras zonas están en estado ruinoso.

Estado actual del edificio del antiguo Santo Desierto de Nuestra Señora de las Nieves.

Caminamos algo más de trescientos metros, cuando encontramos a nuestra izquierda, que se abre una pista. No tomaremos por ella, continuando en la misma dirección que traíamos.

Tras recorrer algo menos de setecientos treinta metros, alcanzamos el crucero y los carteles que indican la entrada del Área Recreativa de Los Sauces. Ya solo nos queda recorrer los escasos metros que nos separan de la explanada en la cual aparcamos nuestro vehículo.

Detalle del crucero situado en la entrada a Los Sauces.

Una vez en Los Sauces y tras descansar un rato, emprendemos el regreso a nuestro lugar de origen. No podemos sin embargo dejar de echar un último vistazo en dirección a la cañada de la Encina, iluminada por los últimos rayos del ocaso, como despedida de este magnifico día.


Bibliografía:

-         Flores Domínguez, Rafael y Rodríguez Gonzáles, Andrés. “Sierra de las Nieves – Guía del excursionista”. Editorial La Serranía. Ronda 2008.
-         Flores Domínguez, Rafael. “Las 25 mejores rutas por los espacios naturales protegidos de la provincia de Málaga”. Editorial La Serranía. Ronda 2009.
-         Gilperez Fraile, Luis. “Andar por la Sierra de las Nieves (Serranía de Ronda) – Guía de sus mas bellas excursiones”. Penthalon Ediciones. Madrid 1989.
-         Asociación Grupo de Desarrollo Rural Sierra de las Nieves. “Sierra de las Nieves – Guía de Senderos. Vol. I y II. Editorial La Serranía. Ronda 2010.
-         Romero Silva, Juan Carlos. “Minerales y rocas de la provincia de Málaga”. Servicio de Publicaciones de la Diputación de Málaga. Málaga 2003.

2 comentarios:

  1. Estimado amigo Antonio Manuel:

    Magistral crónica e impecables fotografías muy bien detalladas.
    De los mejores blog de senderismo que he visto últimaamente.
    Recibe un cordial saludo y mi mas sincera felicitación.
    Si no te importa lo pondré en mi blog de COMAANDO PRESTON como páginas amigas.

    Juan Ignacio Amador Tobaja

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    1. Estimado Juan Ignacio.

      Muchas gracias por tus amables palabras. Son muy de agradecer, aunque la verdad es que últimamente le dedico poco tiempo al blog por diversos asuntos.
      Todo un honor figurar como página amiga en tu Blog del COMANDO PRESTON. Yo también haré lo propio.
      Muchas gracias de nuevo, y recibe un afectuoso saludo.

      Antonio Manuel Brincones.

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