sábado, 4 de diciembre de 2010

Ruta Quejigales - Cañada del Cuerno - Meseta de Quejigales - Peñón de Enamorados - Cañada de las Ánimas - Quejigales.


Otra ruta clásica dentro del Parque Natural de la Sierra de las Nieves, realizada el día 04 de diciembre del año 2.010, tras la caída de las primeras nieves de este año. Partiendo del Área Recreativa de Quejigales, ascendemos por la cañada del Cuerno, hasta el puerto de los Pilones, para luego atravesar la meseta de Quejigales, y alcanzar finalmente el peñón de Enamorados, al cual no ascendemos debido a la densa niebla. El regreso hacia Quejigales lo hacemos descendiendo por la cañada de las Ánimas.





Provincia: Málaga.
Localidad de referencia: Ronda. 
Tipo de ruta: Circular.
Distancia: 13 Kilómetros.
Época recomendada: Cualquiera a excepción del verano. Muy especialmente invierno cuando la Sierra está nevada.
Dificultad: media.

Descargar track GPS. 


Mapa general de la ruta.

Perfil de la ruta.

Tras varios días de intensas lluvias en Málaga capital, el viernes 3 de diciembre amaneció despejado, e inusualmente frío. Mirando hacia el oeste, en lontananza, se podía apreciar como la Sierra de las Nieves, presentaba en su parte más alta, un casquete de color blanco, signo de que las primeras nieves de la temporada habían caído sobre ella. Rápidamente, preparé mi equipo,  y aprovechando que al día siguiente no tenía que ir a trabajar y que ningún otro pendiente superaba en importancia al salir al encuentro del blanco elemento, me dispuse a realizar una ruta por tan queridas montañas.

El sábado 4 de diciembre, partí de Málaga a las 7h de la mañana en dirección a Ronda, y tras el obligado trámite del desayuno en el Hotel Rural-Restaurante-Camping El Cortijo, lugar próximo a Ronda, al cual soy aficionado para dichos menesteres, llegué al Área Recreativa de Quejigales, sobre las 9:10h de la mañana. El termómetro del coche, marcaba un grado sobre cero, pero el viento presente, los hacia sentir como unos pocos menos.

Una vez equipado, comencé a caminar, en la misma dirección a la que había traído al acceder con el vehículo a Quejigales, por el carril del Sabinal. En este tramo, dicho carril discurre paralelo al cauce del arroyo de las Carboneras, el cual queda a nuestra derecha.

En unos cien metros, encontramos una cadena, que ocupa todo el ancho del carril, y que impide que los vehículos a motor, puedan acceder más allá. Superamos esta, y proseguimos caminando unos ciento cincuenta metros, hasta que a nuestra derecha, encontramos un puentecillo de madera y un cartel informativo que indica el comienzo del sendero Quejigales-Torrecilla. También podemos ver pintado sobre una piedra, el nombre Torrecilla junto a una flecha.

Cartel informativo del inicio del sendero Quejigales-Torrecilla.

Cruzamos cómodamente el arroyo de las Carboneras gracias al citado puentecillo. Este, es de muy nueva construcción, y hasta hace poco para iniciar la ruta había que vadear el arroyo pasando sobre una serie de piedras.

Puentecillo de construcción reciente sobre el arroyo de las Carboneras.

Comenzamos a caminar en suave ascenso y rápidamente nos introducimos en un bosquete de pinos. El terreno sobre el que pisamos, habitualmente suele estar húmedo e incluso encharcado, debido a la presencia de varios reguerillos que desembocan en el arroyo de las Carboneras. A la par que han construido el puente, han echado gravilla en varias zonas para facilitar el paso, e incluso en los puntos más comprometidos, han fijado al suelo con pernos, tablones para pasar sobre ellos.

Continuamos ascendiendo suavemente. En nuestro caminar, encontramos algunas estaquillas de dirección que nos confirman que vamos por el buen camino, del cual de todas formas es difícil desviarse. Al poco, llegamos a una zona mas despejada de árboles, desde la cual podemos divisar a nuestro frente la cañada del Cuerno, con su magnifico pinsapar. Si miramos hacia donde venimos, podremos ver el pinar que acabamos de atravesar, así como el Área Recreativa de Quejigales, dentro de la cual podemos ver el edificio del antiguo refugio “Félix Rodríguez de la Fuente” (hoy en día, transformado en alojamiento rural), la zona de acampada con sus instalaciones de barbacoas (que actualmente ya no funciona como tal), y la balsa contra incendios próxima al área.

Área Recreativa de Quejigales. A la izquierda el antiguo refugio, y a la derecha la balsa contra incendios.

Comenzamos a ascender ahora superando una mayor pendiente, por una zona rocosa y desnuda. El sendero, estrecho, va describiendo cerradas curvas para romper el desnivel. Al poco, comenzamos a encontrar los primeros pinsapos.

Al poco encontramos los primeros pinsapos.

Algo después, el sendero se introduce de pleno en el pinsapar de la cañada del Cuerno, haciéndose algo mas nivelado. Podemos admirar magníficos pinsapos de gran porte y  cientos de años. De vez en cuando, bien aun de pie, o bien yaciendo en el suelo, encontramos el esqueleto seco de algún pinsapo. También observaremos una gran cantidad de “gachapones”, nombre que reciben en la zona los retoños de pinsapo, árboles jóvenes, de porte casi arbustivo.
 
Tronco seco de pinsapo, en la cañada del Cuerno.

El pinsapar de la cañada del Cuerno, está considerado como arboleda singular, dentro del Catálogo de Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía, lo cual es totalmente lógico, ya que posiblemente se trate del pinsapar más viejo del Parque Natural Sierra de las Nieves, habiéndosele calculado una edad media a los pinsapos que allí habitan, de unos cuatrocientos años. Algunos de sus integrantes, alcanzan dimensiones colosales, con alturas de hasta treinta metros y perímetros de troncos de hasta tres metros y medio.

Continuamos ascendiendo sin pausa por el interior del pinsapar. Cuando alcanzamos una cota aproximada de 1.500 metros de altura, y llevamos recorridos aproximadamente un kilometro y doscientos metros desde el puentecillo, encontramos los primeros efectos de la invernada. A nuestra derecha, colgando de un saliente rocoso, podemos observar un bello grupo de carámbanos, formados por un pequeño reguerillo de agua.

Carámbanos en un recodo del camino.

Escasos metros después, conectamos a nuestra derecha con una senda, la cual no seguiremos. Se trata de un ramal que conecta con la conocida como “senda de mil quinientos”, la cual parte desde el carril de Pilones, más o menos a mil quinientos metros de altitud, y siempre sin abandonar dicha cota se dirige a conectar con el sendero de la cañada del Cuerno, unos trescientos metros más adelante de donde nos encontramos.

Algo después, la pendiente se hace más notable. Atravesamos un tramo en el cual encontramos una extensa placa de hielo, que ocupa en gran parte la anchura del camino, lo cual nos obliga a ser precavidos para no resbalar. Este hielo tiene su origen en que en esta zona, los reguerillos que descienden de la parte alta de la cañada, atraviesan el camino en este punto, congelándose las aguas cuando las temperaturas son muy bajas.

Placa de hielo en el sendero de la cañada del Cuerno.

Ciento cuarenta metros mas adelante, a nuestra derecha, encontramos la conexión de la “senda de los mil quinientos” con nuestro sendero. Obviamente no la tomaremos, ya que nos encaminaríamos hacia el carril de Pilones.

Comenzamos a ver los primeros y escasos acumulos de nieve, cuando nos encontramos aproximadamente a unos 1.570 metros de altura. Casi al instante, a nuestra izquierda, parte una senda, que no debemos tomarla, y que se dirige hacia la cañada de Enmedio. Nosotros seguimos por el camino que traíamos, que este punto gira hacia la derecha.

A unos 1.570 m, encontramos las primeras nieves.

Continuamos ascendiendo, y a medida que ganamos altura, el acumulo de nieve aumenta, hasta convertirse en un manto blanco que cubre toda la parte alta de la cañada del Cuerno, dotando al paisaje, si cabe, de mayor belleza.

La nieve aumenta a medida que nos acercamos a la parte alta de la cañada.

El puerto de Pilones ya está próximo.

Ya solo nos queda ascender escasos metros para alcanzar el Puerto de Pilones. El paisaje está completamente nevado. Intermitentemente, alguna nube baja, arrastrada por el viento, se deshilacha al colisionar con la parte alta de la cañada, provocando una neblina que pronto se disipa.

Algunas nubes colisionan con la parte alta de la cañada, formando una efímera neblina.

Poco antes de alcanzar el Puerto de Pilones, pasamos junto a uno de los pinsapos más conocidos de la zona, y fotografiado numerosas veces, y a pesar de ello, que yo sepa, no tiene nombre alguno. No se trata de un vetusto gigante de cientos de años, sino de un pinsapo de mediana edad, de morfología más o menos cónica, pero que tiene la particularidad, de que en el tercio medio de su copa, carece de ramas, dando la sensación de que un jardinero ha intervenido sobre el para el deleite y extrañeza de los paseantes de algún jardín palaciego.

Curioso pinsapo situado en la parte alta de la cañada del Cuerno.

En unos setenta y cinco metros, desembocamos en el carril de Pilones, el cual atraviesa en este punto el Puerto de Pilones. Si volvemos la vista hacia por donde hemos venido, tendremos una magnifica vista de la cañada del Cuerno a nuestros pies, Mas allá, vemos la ciudad de Ronda, y la desnuda sierra Hidalga. Ya en lontananza, divisamos las cumbres de Grazalema, con el Torreón destacando sobre las demás cimas. Si miramos al sur, en días claros, podemos divisar la bahía de Algeciras y el Peñón de Gibraltar.

Alcanzamos finalmente el carril de Pilones.

Vista de la cañada del Cuerno desde el carril de Pilones.

Tomamos el carril de Pilones a la izquierda, y proseguimos por el. A nuestro frente, vemos una caseta, con una antena de telecomunicaciones, se trata de una estación repetidora, en la cual el carril de Pilones muere.

Cencellada formada sobre las estaquillas indicadoras del sendero.

Antena repetidora de Pilones.

Escasos metros mas allá, encontramos a nuestra derecha, un panel informativo, que explica la panorámica que podemos ver desde el Puerto de los Pilones. Situados en este punto, divisamos a nuestro frente, la Sierra de Tolox, presidida por el Torrecilla con sus 1.919 metros, también conocido como cerro de la Plazoleta. Un poco a la derecha, y más próximo a nosotros, divisamos el cerro Alcazaba, con 1.699 metros, y que es conocido por estos lares como “La Muela”, debido a la particular silueta de su cumbre, que asemeja a la corona de un molar.

Cartel informativo del puerto de Pilones.

Hoy el viento de levante sopla con mucha fuerza, y la cima del Torrecilla, está cubierta por una espesa masa nubosa que se mueve con rapidez, pasa por las proximidades del Alcazaba, y se proyecta hasta Pilones. Inicialmente, mi idea era encaminarme hacia el Torrecilla y hacer cima, pero la idea de hielo en la subida, niebla y viento, me hizo desistir de encaminar mis pasos hacia el, por lo que opté por dirigirme hacia el Peñón de Enamorados.

Panorámica desde el puerto de Pilones. A la derecha el Alcazaba, a la izquierda el Torrecilla oculto por las nubes.

El Alcazaba, también conocido en la zona como "la muela" por su forma.

Continuamos nuestra marcha, caminamos unos pocos metros por el carril de Pilones, cuando divisamos una estaquilla indicadora a nuestra derecha, que señala el comienzo de un estrecho sendero. Abandonamos el carril y nos introducimos por el, dejando a nuestra izquierda la antena, y tomando rumbo norte.

Caminando por la meseta de Quejigales. Al fondo el repetidor de Pilones.

Comenzamos a caminar por un terreno alomado, poco accidentado y que alterna suaves subidas y bajadas, dominado todo el, por un bosque muy adehesado, de centenarios quejigos de montaña (Quercus faginea subsp. alpestris (Boiss.)), otra de las joyas vegetales que atesora la Sierra de las Nieves. Este quejigal, recibe el nombre de quejigal de Tolox, y la zona por donde se extiende, es conocida como meseta de Quejigales o de Tolox. El quejigal de Tolox, está integrado por los supervivientes del antiguo bosque de quejigos que poblaba estas zonas y que fue sistemáticamente diezmado por las actividades de carboneo y de saca de madera. Hoy en día, el quejigo de montaña, está protegido por la ley en Andalucía, con la categoría En Peligro de Extinción. Además,el quejigal de Tolox, está considerado como arboleda singular, dentro del Catálogo de Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía.

Quejigos de montaña.

Quejigos en la meseta de Quejigales. El Alcazaba a la derecha.

El quejigo de montaña, es un árbol caducifolio. La mayoría de los ejemplares en estas fechas han perdido ya sus hojas, mostrándonos su retorcido tronco y atormentado ramaje. Solo unos pocos, conservan aun restos de su follaje, presentando las pequeñas hojas un color pardo-amarillento, aunque también podemos encontrar ejemplares con algunas hojas aun verdes.

Algunos quejigos, conservan aún algunas hojas.

Muchos de ellos, presentan el ramaje de su copa, completamente cubierto por la cencellada, a consecuencia de las adversas y gélidas condiciones que reinan estos días en la zona. La cencellada, es un hidrometeoro consistente en la formación de hielo en la superficie de los objetos, como consecuencia de la congelación de pequeñas gotas de agua presentes en la niebla. Para ello se requiere temperaturas muy bajas (-2ºC a -8ºC) y viento moderado o fuerte. La cencellada se forma siguiendo el sentido que ha llevado el viento, originando placas de hielo con formas semejantes a peines o banderas. Las laminas pueden alcanzar un longitud variable de varios centimetros según la velocidad del viento.

Quejigo de montaña, con el ramaje completamente escarchado por la cencellada.

Detalle de la cencellada en el ramaje de un quejigo de montaña.

El sendero por el que caminamos esta bien marcado, y señalizado cada cierto tiempo por estaquillas de dirección, por lo que aun con nieve es difícil de perderlo. Cuando llevamos recorridos aproximadamente un kilómetro, alcanzamos la zona del Puerto del Oso. Inmediatamente a nuestra izquierda, se abre una pequeña depresión, en cuyo centro encontramos el nevero del puerto del Oso, también conocido como pozo de nieve de Tolox, junto a un cartel explicativo.

Pozo de nieve del puerto del Oso.

Dicho nevero, es uno de los dos pozos de nieve que la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía ha restaurado en el Parque Natural Sierra de las Nieves, como testimonio de la que fue una de las actividades económicas más singulares de la zona, el negocio de la nieve, el cual ha quedado reflejado en el nombre de esta sierra.

Cartel informativo.

Antes de la aparición de los modernos frigoríficos, la nieve era utilizada para mantener frescos los alimentos perecederos. La nieve era recogida por los denominados neveros, hombres, que subían a la sierra tras las nevadas, y que ayudados por palas, cortaban la nieve, para luego mediante un capacho echado a la espalda, transportarlas hasta los pozos de nieve o neveros. Los pozos, eran unos hoyos circulares de unos ocho a diez metros de diámetro, y más de medio metro de profundidad. Sus paredes en algunos casos, se encontraban reforzadas mediante un muro de piedra. Normalmente se situaban en las zonas de umbría (cara norte de las montañas), debido a que en dicha zona reciben menos insolación. La nieve se acumulaba en el interior del pozo, y con la ayuda de una herramienta llamada pisón, se compactaba. Esta se acumulaba no solo hasta llenar el pozo, sino que se seguía añadiendo por encima de este haciendo un montículo abovedado. Finalmente el pozo, se cubría mediante ramas de aulaga morisca, una planta abundante en la sierra, para finalmente sobre estas ramas, añadir una capa de tierra apisonada. Esto evitaba que la nieve se derritiera, y se conservase hasta el verano.Ya en verano, el pozo se descubría, y la nieve se introducía en capachos con capacidad para unos cincuenta kilos. La nieve se recubría de “tamo”, una mezcla de polvo y paja menuda que ayudaba a evitar que se derritiera. Empacada de este modo, se transportaba de noche a lomos de mulas, hasta la capital malagueña, Ronda, Antequera y sus zonas de influencia, donde se comercializaba.

Pozo de nieve reconstruido en el puerto del Oso.

Proseguimos caminando en la misma dirección que traíamos, para en unos ciento ochenta metros, alcanzar una bifurcación del camino, señalizada por un poste vertical con flechas indicadoras de dirección. Si cogemos el sendero de nuestra derecha, encaminaremos nuestros pasos hacia el Torrecilla, cosa que aunque era mi idea inicial no haremos. Seguimos por lo tanto por el sendero a nuestro frente, que no es más que la prolongación del que traíamos hasta ahora.

Poste de direcciones junto al inicio del sendero hacia el Torrecilla.

Habremos recorrido unos cien metros, cuando a nuestra derecha, se abre un nuevo sendero, el cual no tomaremos, y que conecta con el que hemos dejado atrás breves momentos antes y que se dirige al Torrecilla.

Continuamos el camino, y nuestros pasos, nos llevan a pasar entre Cerro Alto (1.804 m) a nuestra izquierda y Cerro Bernardo (1.786 m) a nuestra derecha. El manto blanco nos envuelve por todos lados, y el hielo se hace mas frecuente en el camino por lo que extremaremos la precaución al caminar.

Cerro Bernardo.


Poco después de pasar entre cerro Alto y cerro Bernardo.

Al poco, nos introducimos en una lengua de espesa niebla, impulsada por un fuerte y frío viento, la cual transforma completamente el paisaje, convirtiendo el retorcido tronco y ramaje de los quejigos, en espectrales formas, y dificultando ver más allá de pocos metros. Esta niebla, nos acompañará hasta alcanzar el Peñón de Enamorados.

La niebla transforma el tortuoso ramaje de los quejigos, en formas espectrales.

Habremos recorridos unos seiscientos cincuenta metros desde el poste con señales indicadoras que dejamos atrás, cuando llegamos a un nuevo poste indicador de direcciones. Nosotros seguiremos la indicación hacia Puerto Saucillo, a nuestro frente, coincidente con la dirección en la que caminábamos hasta ahora.

Segundo poste de direcciones.

En escasos doscientos metros, llegamos a una zona donde nuestro sendero, atraviesa un afloramiento rocoso. Extremamos la precaución al caminar, ya que sobre la roca viva encontramos placas de hielo, que podrían hacernos resbalar y caer. A nuestra derecha, oculta por la niebla, adivinamos más que vemos la parte alta de la cañada de las Grajas.

Afloramiento rocoso cercano a la cañada de las Grajas.

En escasos metros, a nuestra izquierda, veremos un exiguo vallado, que limita una oquedad en el suelo. Se trata de la entrada a la sima de Enamorados, de 15 metros de profundidad, la cual es con frecuencia designada erróneamente como sima de las Grajas. Si nos fijamos con atención, podemos ver inscrita en una de las rocas el código TO-33, con la que ha sido designada.

Entrada a la sima de Enamorados, protegida por un exiguo vallado.

Atravesamos ahora una zona, donde los árboles son escasos, estando la vegetación predominantemente constituida por arbustos, en especial por cojines de monja, los cuales poseen un aspecto almohadillado. Estos, cuando están cubiertos por una capa de nieve poco espesa, otorgan al manto del blanco elemento un aspecto como si burbujease. También vemos numerosas tallos de plantas herbáceas o gramíneas, que sobresalen del manto nival, encontrándose completamente escarchadas.

Cojines de monja cubiertos por la nieve.

La niebla se hace más y más espesa, y junto al fuerte viento que corta como un cuchillo, y el aspecto desolado del entorno, hace que la sensación de frio, soledad y aislamiento sea total. Caminamos casi sin visión de un par de metros más allá.

La niebla se hace cada vez más espesa, y un fuerte y frio viento nos azota.

Habremos recorrido, unos quinientos cincuenta metros, desde que dejamos atrás la sima de Enamorados, cuando alcanzamos según el GPS, la ladera del Peñón de Enamorados, pero por mucho que nos esforzamos no logramos verlo. La niebla es tan espesa que nos lo oculta.

En la base del peñón de Enamorados. Un hueco en la niebla nos permite intuirlo más que verlo.

Transcurrido un rato, se produce un hueco en la niebla, y por un instante, nos permite ver la mole caliza del Peñón, para desaparecer tan rápido como ha aparecido.

En estas circunstancias de niebla espesa y fuerte viento, no vemos prudente subir, aunque la cima esta próxima. Esperamos un buen rato, desafiando al frio, cámara fotográfica en mano, a ver si otro hueco en la niebla, nos permite tomar una imagen de Enamorados, cosa que conseguimos finalmente.

Aprovechando un hueco en la niebla, logramos tomar esta imagen del peñón de Enamorados.

Iniciamos el regreso, deshaciendo el camino andado hasta ahora, hasta llegar al puerto del Oso. De regreso, la niebla se disipa durante algún tiempo, permitiéndonos visualizar el Peñón de los Enamorados desde la lejanía, al volver la vista sobre en camino andado.

El peñón de Enamorados con su típica silueta.

De regreso al puerto del Oso, la niebla se disipa.

Una vez alcanzado el puerto del Oso, realizaremos el camino de vuelta por un lugar distinto al de ida: regresaremos por la cañada de las Ánimas.
Para ello, descenderemos hacia la depresión en cuyo centro se encuentra el pozo de nieve. Pasamos por su lado derecho, y justo a nuestro frente, subimos un leve repecho. Pronto justo antes de trasponer el repecho, encontraremos un senderillo el cual seguiremos. Trasponemos y al hacerlo ante nosotros se abre un paisaje oculto hasta ahora. A nuestros pies se abre la parte alta de la cañada de las Ánimas, y detrás de esta, la desnuda sierra Hidalga.

Parte alta de la cañada de las Ánimas.

En cada rincón nos deleitamos con el paisaje.

El sendero que hemos tomado, cambia de dirección hacia la izquierda, descendiendo levemente casi sin perder altura por la parte alta de la cañada. Pasamos junto a algunos grupos y ejemplares aislados de pinsapos jóvenes, los cuales con sus ramas totalmente ocupadas por la nieve, nos ofrecen una bella estampa, presagio de la Navidad próxima.

Bello grupo de jóvenes pinsapos nevados en la zona alta de la cañada de las Ánimas.

"Arbolitos de navidad".

Hemos de estar atentos a los hitos verticales que marcan el sendero, para no perderlo. Estos están constituidos bien por unas piedras grandes puestas en vertical, o bien por el amontonamiento de varias piedras más pequeñas. Por lo general encontramos estos hitos a pares, uno a cada borde del camino.

Proseguimos andando por este sendero. Llega un momento en que la ladera por la que caminamos, no nos estorba para ver hacia nuestra izquierda, dejándonos ver en lontananza la antena del repetidor de Pilones.

Repetidor de Pilones desde la parte alta de la cañada de las Ánimas.

Poco después, el sendero gira a la derecha, y comienza a descender con decisión, acercándonos con rapidez al pinsapar de la cañada de las Ánimas. Lo primero que vemos de este, es gran número de ejemplares jóvenes, densamente agrupados. Tanto es así, que nos da la sensación de ser un muro de vegetación que no vamos a poder atravesar. Sin embargo el camino se introduce en el bosque, y nos conduce a una zona donde encontramos un denso pasillo de jóvenes pinsapos, en cuyas ramas se desarrollan multitud de líquenes, conocidos en la zona como barbas de fraile.

La densidad arbórea del pinsapar de las Ánimas en muy elevada.

Debemos ir buscando los hitos de piedra que marcan el sendero a seguir, complementados en algunas zonas con marcas de pintura azul. Esto es importante, sobre todo si no se dispone de GPS, ya que el pinsapar de las Ánimas es un bosque muy denso en el cual es fácil desorientarse, pudiéndonos llevar algún que otro susto, sobre todo si llevamos el tiempo justo y se aproxima el ocaso. En esta situación, recomendaría tomar una senda alternativa, como descender por la cañada del Cuerno, o por el carril de Pilones, que es un valor seguro en estos casos.

Al poco, pasamos junto a unas pequeñas torcas, a las cuales la nevada les confiere un bello aspecto. Proseguimos caminando, descendiendo con decisión entre gigantes centenarios y pinsapos más jóvenes. En mi personal opinión, el pinsapar de las Ánimas es el más bello de los existentes en las cañadas de Ronda.

Torcas en la cañada de las Ánimas.

La nieve otorga a esta zona si cabe mayor belleza.

Pinsapo centenario en la cañada de las Ánimas.


Recorreremos por el interior del pinsapar, aproximadamente dos kilómetros. Cuando estamos ya próximos a finalizar su travesía, comenzamos a ver a nuestra derecha, una bella panorámica en la que se nos muestra el Peñón de Enamorados con su característica forma en la parte mas alta, el Tajo del Canalizo, en el centro, y en la parte mas baja, el Peñón de Ronda.

A la derecha el peñón de Enamorados, en el centro el tajo del Canalizo, y a la izquierda el peñón de Ronda.


Tajo del Canalizo.

Peñón de Ronda, con el cortijo de su mismo nombre en la base.
Corto tiempo después salimos del pinsapar de las Ánimas, y desembocamos en un sendero que se extiende de izquierda a derecha. Si cogiéramos el ramal de la derecha, encaminaríamos nuestros pasos hacia los Hoyos de la Caridad y el Tajo del Canalizo, cosa que no haremos, por lo que tomaremos el ramal de la izquierda.

Antes de reanudar nuestro camino, es recomendable acercarse a un mirador natural próximo que es conocido en la zona como “Los Coloraíllos”, debido al color rojizo de las rocas que encontramos en el. Para ello atravesaremos el sendero que acabamos de encontrar, siguiendo la dirección que traíamos por el sendero que baja desde las Ánimas. La vista es simplemente espectacular. Podemos ver el Peñón de Enamorados, el Tajo del Canalizo, el Peñón de Ronda, el pinsapar de las Ánimas, el pinsapar de los Hoyos de la Caridad, Sierra Hidalga, la Sierra de Grazalema, y abajo el cortijo de Majada Vieja y el cortijo del Tamaral.


Panorámica desde "Los Coloraíllos".

La desnuda sierra Hidalga desde "Los Coloraillos".

Tras deleitarnos con las vistas, retomamos al sendero antes indicado.  Caminamos por un terreno cómodo, que realiza pequeñas subidas y bajadas, abierto, y cubierto en su mayoría por plantas herbáceas. En algún punto el terreno puede encontrarse encharcado.
A nuestra izquierda, podemos ver la parte baja de la cañada de Enmedio, con su pinsapar. En este punto, los pinsapos se aferran a las rocas de pequeños tajos, ofreciéndonos estampas de gran belleza.

Cuando llevamos recorridos alrededor de seiscientos metros, el sendero se transforma en un marcado carril. A nuestra izquierda, vemos unos diques de piedra cuya finalidad es impedir la erosión del terreno.

Proseguimos siempre en descenso por el carril, para en unos trescientos cincuenta metros, observar a nuestra izquierda, las ruinas de la antigua choza del guarda forestal Francisco Molina, junto a estas, encontramos una placa conmemorativa de su labor en estas sierras, adosada a una gran roca vertical.

Placa conmemorativa dedicada al guarda Francisco Molina.

Metros mas abajo a nuestra derecha, encontramos la fuente del Pinar, también conocida como fuente de Molina. Escasos metros mas adelante, a nuestra izquierda, encontramos una charca rodeada de pinsapos y otra vegetación que nos ofrece un bucólico rincón.

Fuente del Pinar o de Molina.

Recorridos otros quinientos cincuenta metros, alcanzamos el  puerto del Quejigal, en el cual el carril por el que andamos, se incorpora al carril del Sabinal. Tomaremos este a la izquierda, encaminando nuestros pasos hacia el Área recreativa de Quejigales (si lo tomáramos a la derecha nos dirigiríamos hacia el cortijo del Sabinal). Al poco caminamos rodeados de pinos, para en unos escasos seiscientos metros, ver como a la derecha se desprende un pequeño carril que asciende, no tomaremos por el, ya que se dirige a la balsa contraincendios, de la que hablábamos al comienzo de la ruta.

Seguimos rectos, y en unos ciento cincuenta metros, observamos, a nuestra izquierda, el puntecillo de madera, por el que cruzamos el arroyo de las Carboneras, para ascender por la cañada del Cuerno. En otros ciento cincuenta metros, alcanzamos la cadena que corta el carril al tráfico rodado.

Hemos alcanzado ya el punto desde donde partimos en el Área Recreativa de Quejigales. Solo queda, con nuestra retina impresionada por tan magníficos paisajes, regresar a nuestro lugar de origen, con deseos ya, de regresar de nuevo a recorrer estas maravillosas sierras.

Bibliografía:

-         “Sierra de las Nieves-Guía del Excursionista 3ª edición”. Rafael Flores Domínguez y Andrés Rodríguez González. Editorial La Serranía. Ronda 2008.
-         “Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía – Málaga”. Varios autores. Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. Sevilla 2004.
-         “Guía Botánica de la Serranía de Ronda”. Manuel Becerra Parra. Editorial La Serranía. Ronda 2008.
-         “Andar por la Sierra de las Nieves (Serranía de Ronda)-Guía de sus mas bellas excursiones”. Luis Gilperez Fraile. Ediciones Penthalon. Madrid 1989.
-         “Sierra de las Nieves-Guía de Senderos Volumen 2”. Asociación Grupo de Desarrollo Rural Sierra de las Nieves. Editorial La Serranía. Ronda 2010.

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